Las industrias culturales/audiovisuales son parte de la economía de un pais. También de su identidad. - Escribe: Osvaldo Nemirovsci

Existen valoraciones legales en nuestro país, asentadas básicamente en la Ley 26522, que aun con cercenamientos provocados por el decreto 267/2015 (veloz intromisión del macrismo apenas asumido) tienen vigencia en la mayoría de su articulado y estas disposiciones regulatorias son afines al pensamiento más moderno y democrático del mundo de las comunicaciones.

En su Art.2 plantea que la actividad realizada por los servicios de comunicación audiovisual se considera una actividad de interés público, de carácter fundamental para el desarrollo sociocultural de la población por el que se exterioriza el derecho humano inalienable de expresar, recibir, difundir e investigar informaciones, ideas y opiniones.
Este renglón no solo expresa lo escrito, sino que alcanza una mayor dimensión al constituirse en sostén y fundamento del Convenio de la Unesco sobre Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, del cual nuestro país es ratificante. 
Como entiende la literatura más actual, las actividades, los bienes y los servicios culturales poseen naturaleza compleja y variada ya que conforman valía desde componentes culturales, económicos, identitarios y gravitan en el campo de los valores y de las significaciones. Por ende, no deben ni pueden tratarse solamente en función de algún valor comercial. 
Esto es importante recordarlo y, sobre todo, cumplirlo y hacerlo cumplir, en el mundo de las industrias audiovisuales básicamente en la producción y puesta en escena de la programación televisiva en todas sus formas: abierta en sus variantes digital y analógica e incluso en sus formas satelital, vinculación física y codificadas (en general los sistemas por UHF). También lo emitido en redes y microblogging, y es hora de dar certeza legal y regulatoria al streaming y variables que hacen a los derechos de autor en formato digital.
Las industrias culturales construyen sentidos y simbologías, por su andarivel circulan gran parte de los usos habituales, cotidianos y repetidos de cualquier sociedad y tienen enorme vinculación con el espacio público.
Cada país tiene su tradición al respecto y nosotros la tenemos con marcada presencia y mejores términos de comparación con la mayoría de los países vecinos en nuestra América cercana e incluso de toda América Latina. Casi 150 años de historia y experiencia nos brindan ese necesario conocimiento para lograr cometidos propuestos.
Mercados, audiencias, producción, tecnología, digitalización, Estado, privatizaciones, concentración, consumo, convergencia son términos ineludibles al momento de comenzar a interpretar el mundo de las industrias culturales. ¡Vaya si ofrece complicación el intento de dar cierto orden, mejoramiento y mayor dimensión al funcionamiento de este verdadero ecosistema de modelos audiovisuales!
Se vivió en nuestro suelo etapas expansivas cuya repercusión se manifestaba en grandes audiencias, amplios y dispendiosos mercados y sustantivas capacidades de producción. No es azar ni es casualidad que, datos mediante, esto ocurrió entre 1948/1954 y 2005/2015.
A eso agregamos en algún tiempo histórico la presencia de la innovación tecnológica que suma desafíos de crecimiento tanto en lo técnico como en la creatividad de los hacedores culturales de los medios audiovisuales.
Se atravesaron crisis del sector, propias y autogeneradas y también momentos en que las declinaciones económicas del país incidían en la industria más allá de las condiciones en que se encontrara. 
La etapa requiere unidad de concepción y unidad de acción. La cultura, las industrias audiovisuales, los medios de comunicación, los y las trabajadores de todo ese colectivo, los privados con y sin fines de lucro, todos estamos para revitalizar este universo.
Existen espacios, entre otros, como la Multisectorial Audiovisual, núcleo clave y representativo de la mayoría de profesionales, trabajadoras y trabajadores e idónea/os y vinculada/os a la industria audiovisual.
Y está el Observatorio Pirca donde académicos, universidades, sindicatos y estudiosos, desarrollan tareas atinentes a la recuperación de la producción audiovisual.
Se hace imposible hoy avanzar en nuestro cometido sin tomar en cuenta las realidades que hacen a las políticas económicas, a las nuevas tecnologías, a las teorías de la comunicación, a las innovadoras formas que va asumiendo la cultura, a las predisposiciones variables de las audiencias y los consumidores, a los marcos regulatorios. 
Todo este universo hay que abordarlo con amplitud y sin cerrazones ideológicas pero con la firmeza en ciertos principios ontológicos que hacen a nuestra mirada sobre la cultura, la comunicación, el rol de los medios y la industria audiovisual en general como son, entre otros el respeto a los derechos humanos, la valoración de la diversidad cultural e informativa, entender la comunicación como más que un espacio de mercado, alentar la producción regional y la federalización de contenidos, las justas retribuciones por la labor de todos los trabajadores (técnicos, profesionales) del sector y la accesibilidad social, regional y de PcD a todas las expresiones que las industrias culturales desarrollen. 
Sí nos definimos por alentar la mirada de los intereses estatales de áreas de comunicación las cuales, en todo el mundo y mucho en la Argentina, se corrieron durante los años 90 hacia un fuerte perfil de liberalización y generaron un modelo privatizador en medios , pero no lo hacemos desde la mera observación ideológica sino porque estimamos que la plaza mercantil como único dato de valor en la comunicación y la cultura deja de lado conceptos de producción nacional, democracia comunicacional y laboriosidad para argentinos. Dicha liberalización impactó en el centro de gravedad de los medios y corrió lo que era de la sociedad hacia el mercado y cuando más presente surgían los intereses exclusivamente privados de ese mercado más se abandonaban ideas que habían sostenido y engrandecido la producción nacional en casi todos los dominios de las industrias culturales (y acá excedemos lo audiovisual para hablar también de las editoriales y los medios gráficos).
Hay un nuevo territorio, no invisible pero sí con cierta inmaterialidad cual es el de las colosales redes de información y comunicación que con sus incansables flujos van conformando márgenes, difíciles de ver un en mapa de industrias y producción y expresados en las plataformas digitales algorítmicas, pero que consolidan un poder a tener en cuenta a la hora de perfilar producción y trabajo. Y, desde ya, lo tenemos en cuenta.
La fortaleza y vitalidad de las industrias culturales se liga a las mejores condiciones macroeconómicas del país en donde se sustente a la actividad, pero también en virtud de desarrollos propios y potencialidades mejoradas mediante legislación, ampliación de mercados y condiciones de funcionamiento. 

nestor